EL LEGADO – Venezolanos desesperados huyen al Sur
Mariana Bello, de 44 años, supo que su vida en Venezuela se había terminado en diciembre pasado, durante el colapso monetario y el estallido de ira social que acompañó la retirada del billete de 100 bolívares (no concretada todavía, tras varias marchas atrás del gobierno). “Fue una burla al pueblo”, dijo.
Por Daniel Lozano | lanacion.com.ar
Más de dos millones de venezolanos emigraron de su país desde la llegada de Hugo Chávez al poder, en 1999. ¿Por qué? Hoy, cuando la revolución bolivariana celebra su mayoría de edad, sufre los peores males: la mayor inflación del planeta, el desabastecimiento de alimentos, la violencia galopante, la escasez de medicamentos y la ausencia de horizontes políticos.
Empujados por la desesperanza, en los últimos meses, miles de venezolanos emprendieron por ruta la travesía hacia el sur del continente, porque los pasajes aéreos están demasiado caros. Los destinos favoritos son Colombia, Ecuador, Perú, Chile y la Argentina. Hasta Buenos Aires, por ejemplo, el trayecto cuesta más de 30 salarios mínimos (unos 300 dólares).
Estéfano Bartolomeo (21), el hijo de Bello, también estaba convencido de irse del país luego de 12 meses de decepción política. Estudiante de Comunicación Social en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y militante opositor, depositó todas sus esperanzas de cambio en la Asamblea Nacional, que sobrevive hoy a duras penas, prisionera del gobierno del presidente Nicolás Maduro.
“Mi amor, te saco de este país. No he tenido un chamo [chico] para que me lo maten”, repite Bello sus propias palabras, sin dejar de mirar a Estéfano. Ambos se confabularon: comenzaba la gran huida.
La tendencia de los últimos años se transformó en una fuga vertiginosa en los últimos meses. Una estampida que hoy, sobre todo, mira al Sur. La consultora Datanálisis confirma algo que el venezolano siente a su alrededor y en sí mismo: nueve de cada diez ciudadanos prefieren irse del país. Para el 93% de los encuestados, sus ingresos sólo alcanzan para adquirir, como mucho, la mitad de los productos que necesita para vivir. El 48% confiesa que puede comprar “muy pocas cosas”.
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