¡SE ADUEÑARON DEL PAÍS! Mañana Podrías Ser Tu: El hampa asesina y desaloja a familias enteras de sus casas para convertirlas en guaridas
Aquella mañana de octubre era como todas las demás para Herminda Álvarez (nombre ficticio para resguardar su vida). Agarró una paquita de dinero que tenía guardada en una de las gavetas de su peinadora, se arregló bien bonita y les dio el desayuno a su esposo y a su hijo de 18 años. Todos estaban contentos y enérgicos para comenzar un nuevo día. Herminda pensaba en lo afortunada que era por tener a su familia con ella y por estar sanos y salvos.
Luego de permanecer unos momentos en sobremesa, Herminda, su esposo y su hijo salieron a realizar unas compras para surtir la bodeguita de la familia, que fue construida en un espacio de su casa que daba hacia la calle.
La vivienda de Herminda pintada con el color verde y azul y que estaba comprendida de dos cuartos, sala, cocina, un baño y patio con cancha de bolas criollas, se encontraba situada en la parte alta de la Cota 905, parroquia El Paraíso, del municipio Libertador de Caracas. Una zona que se podría llamar el “pico de zamuro”, donde la delincuencia no tiene ni don ni padrote: andan a sus anchas, llevando a su paso muerte y caos.
ALGO INESPERADO ROMPE LA CALMA
A eso de 10:00 de la mañana la familia Álvarez regresó a su hogar luego de un extenso recorrido para adquirir la mercancía de la bodega. Colocaron las bolsas de las compras en el piso, Herminda se quitó la blusa y quedó en sostén por el calor recio de esa mañana en la Cota 905.
En la calle no se escuchaba ni un solo ruido, todo estaba tranquilo y en calma. Había un silencio perturbador. Pero no duraría mucho, porque algo inesperado rompió la quietud del momento.
Herminda Álvarez se encontraba parada en la cocina, en silencio, cuando de repente comenzaron a golpear desenfrenadamente la puerta de la casa y luego entró en tropel un grupo comando de 13 sujetos, la mayoría jóvenes de entre 18 a 26 años de edad, vestidos algunos con suéter negro, franelillas y pantalones de blue jeans, portando armas largas, cortas, machetes y cuchillos.
Al primero que apuntaron fue al esposo de Herminda, a quien le dijeron: “Te vamos a matar si no haces lo que te pedimos”. Luego un grupo de estos maleantes comenzó a recorrer la casa cazando los objetos de valor que había en ella, mientras lo hacían a la madre de familia la tenían amenazada y a su lado se encontraba su hijo de 18 años, quien estaba inmóvil.
Herminda estaba muerta de miedo y el cuerpo no paraba de temblarle. En un momento, dos de los delincuentes la halaron por el cabello y la lanzaron a la cama de su cuarto: “Dame los reales, dame los reales”, y ella con la voz quebrantada, por el pánico que sentía, les decía que no tenía dinero, que todo lo había gastado en la compra de la mercancía para la bodega. A pesar de lo que ella les decía a los delincuentes, estos no paraban de gritarle y de decirle: “Maldit… vieja si no nos das el dinero te vamos a matar”. Era un instante de terror para esta madre, su vida pendía de un hilo, no sabía qué hacer para salvar a su familia.
Mientras Herminda estaba amenazada por dos de los hampones, los demás cargaron con comida, nevera, televisores, planta, ventiladores, bombona de gas, toda la mercancía de la bodega y demás pertenencias que se encontraban en la casa.
Luego de que los delincuentes lograron su cometido se acercaron todos a la familia y discutieron si los mataban o los dejaban con vida. Se sentían dueños y señores de la vida de inocentes que solo fueron arrastrados por la mala suerte. Tras minutos de diatribas terminaron maniatándolos, amordazándolos y encerrándolos en uno de los cuartos de la casa para luego huir del lugar.
La familia aterrada, temblorosa y rezándoles a todos los santos habidos y por haber. Se mantuvieron en el cuarto por unos instantes y unos vecinos -que habían visto entrar a los maleantes- los auxiliaron después de ese momento de horror que habían vivido en carne propia.
Herminda no lo pensó mucho: salió de la casa con su familia, solamente con lo que tenía puesto y se dirigió a la vivienda de su madre. Estando allá le contó todo lo que habían pasado en llanto. No paraba de llorar, sus lágrimas eran tantas, que sus ojos se tornaron rojizos y se hincharon, como si una abeja la hubiese pinchado.
La fémina rememoraba en su mente todo lo que le había ocurrido, pero a su vez pensaba que se salvó de morir y que apenas hubo un poco de violencia, aunque sí mayormente psicológica. Cuadró con su familia regresar al día siguiente del evento terrorífico a su casa para verificarla y observar en detalle que había quedado del asalto.
LE ARRANCAN UN PEDAZO DE SU VIDA
A pesar de todo aquel suceso, Herminda regresó a la Cota 905 para revisar las ruinas que había dejado el hampa en su casa. No sabía con qué se iba a encontrar, o qué le esperaba, pero no iba a abandonar su hogar porque era parte importante de su vida.
Tenía un nudo en su garganta y sentía que no podía respirar, pero continuó su paso. Al estar frente a frente con su hogar algo la detuvo, los mismos sombríos que la habían asaltado se encontraban en la puerta de su casa portando armas largas e impidiendo su andar. Herminda Álvarez les rogó, cabizbaja que la dejarán entrar a su vivienda, pero estos de forma amenazante se lo prohibieron. Ella suplicó y suplicó hasta que los delincuentes dispararon al aire, para que Herminda se alejará y así lo hizo, no pudo hacer más, no logró sacar lo que le había quedado en su casa, su ropa, sus zapatos, sus cuadros, no pudo llevarse nada, solo el recuerdo de los bonitos momentos que vivió en su hogar. Los hampones se habían apoderado de su morada, para utilizarla como sitio para guardar los objetos de valor que robaban en otros lugares, las armas, drogas, dinero y hasta secuestrados. Su vivienda se había convertido en una madriguera para malhechores.
Con un profundo dolor y tristeza Herminda tuvo que dejar todo atrás, hasta se olvidó de sus amistades y familiares, nunca pudo regresar a su hogar de la Cota 905. Su miedo y temor era tanto que se fue de la zona a otro estado del país. Ahora vive con su esposo y su hijo en una habitación pequeña que le ofreció su suegra. Subsisten en precarias condiciones. Su hijo duerme a su lado en una colchoneta, colocada en el piso del cuartucho. Herminda y su esposo no consiguen trabajo y solo les queda el consuelo de saber que su hijo está estudiando.
Esta historia de Herminda es totalmente verdadera la reveló a El Cooperante bajo el anonimato, les ha ocurrido a muchas familias que temen denunciarlo por miedo a represalias. Álvarez contó que en esa zona popular, donde ocurrieron los hechos, los malandros se han apoderado de aproximadamente siete casas más. Luis Godoy, criminalista y exjefe de homicidios de la extinta Policía Técnica Judicial (PTJ), conocida actualmente como Cicpc, reveló a El Cooperante que estas situaciones en que los hampones toman las casas de familias para convertirlas en sus guaridas se registra principalmente en las zonas populares como la Cota 905, la parta alta de El Cementerio, en Catia, Brisas de Propatria, Lomas de Urdaneta, El Valle, La Vega, también en apartamentos de la Gran Misión Vivienda Venezuela y en otros como en Valencia, Los Valles del Tuy y Cúa.
FENÓMENO NUEVO DE PAQUETE
El criminalista Godoy manifestó que esta situación es un fenómeno nuevo que lleva entre dos a tres años. “Esto se da en sectores populares donde las bandas han tomado el control. Ellos (criminales) lo que hacen en esas guaridas es refugiarse para cometer delitos en otros sectores. En esas guaridas se sienten protegidos, porque pagan para que algunas de las gentes del barrio les den la debida protección. Este fenómeno es nuevo no creo que pase de 3 años”, revela el experto.
Godoy explica que en estas casas de familia que son utilizadas como guaridas “los hampones se comunican por radio, tienen circuitos cerrados, se maneja como un centro de operaciones parapoliciales para ver quien está por la zona. Las utilizan para resguardarse luego de que cometen sus fechorías. Donde también guardan las armas, como toda la mercancía robada. En otras ocasiones las usan también como sitios de resguardo de secuestrados”.
El especialista detalló que este fenómeno se da primordialmente porqué “no hay organismos de seguridad del Estado que se dediquen a limpiar estas guaridas y entregarle sus viviendas a las familias que fueron desalojadas. Esto también ha venido como consecuencia de la llamada Misión Vivienda, que lamentablemente se ven mal en la comunidad porqué las tienen tomada los delincuentes. El Gobierno ha trasladado el problema del barrio a estas misiones vivienda. En materia de delincuencia el país está en una bomba de tiempo”.
Los delincuentes cada día van buscando maneras para instaurar el terror y el miedo en la población, los venezolanos no se sienten seguros ni en su propio hogar. Muchas familias han tenido que desprenderse con dolor de su morada y las han presenciado convertirse en una madriguera para los actos más sombríos y escabrosos jamás pensados.