DESDE CERO EN OTRAS TIERRAS – Venezolanos en Argentina: “Volver es perder libertades, no es una opción”
Leche, aceite o jabón son algunos de los productos de primera necesidad que cuestan conseguir en Venezuela. Todo venezolano que sale de su país, vuelve con una valija llena de insumos básicos. Pero el problema es que muchos de los que salen no vuelven. Y no porque no quieran. En 2015, la cantidad de venezolanos que se radicó en la Argentina se duplicó en comparación con 2014. De 220 residencias resueltas por mes en la Dirección Nacional de Migraciones pasaron a 483 mensuales al año siguiente. El crecimiento del 120% entre 2014 y 2015 se tradujo en 5.798 venezolanos que llegaron y se afincaron en el país el año pasado en busca de una mejor calidad de vida. “No es que el venezolano quiera emigrar, nos están obligando por las pésimas condiciones en las que vivimos allá”, explica Kennie Figueroa, quien se vino por dos años y ya lleva seis en Argentina. “Volver es perder libertades, no es una opción”, enfatiza.
En enero, 307 venezolanos solicitaron y recibieron el permiso de residencia para vivir en el país; en febrero, en tanto, fueron 659 quienes repitieron el procedimiento. Entre los que llegaron a principios de año estaba Bradley Mendoza, un administrador de empresas de 29 años. En el mismo avión que lo trajo se cruzó con otros siete compatriotas que, como él, viajaban para “probar suerte”.
Hace 15 días que Bradley volvió al aeropuerto, pero no lo hizo para regresar a su país. Fue a Ezeiza para recibir a su esposa. Una semana después fue por dos amigas de ella. “Me puse a buscar trabajo al otro día de llegar, de puerta en puerta donde decía ‘se necesita’ cualquier cosa, ahí estaba yo”, describe Bradley. La experiencia de 10 años que tenía como barman le posibilitó un trabajo en la barra de Forest Dan, un restaurante de Vicente López. “El profesional en Venezuela no está bien pago, como barman ganaba 3 o 4 veces más que como administrador de empresas”, cuenta. En donde trabaja tiene cuatro compañeros venezolanos: dos ayudantes de mozo, un bachero y un cocinero. Los tres primeros esconden títulos de otras profesiones que, al igual que su tierra natal, dejaron atrás.
“El venezolano que se viene llega con la idea de trabajar y de encontrar algo rápido; es como que la misma desesperación que tenemos nos lleva a buscar y buscar hasta conseguir”, explica Briggitte Morán. Ella tiene 30 años y es abogada, aunque desde que llegó al país hace dos años trabaja como recepcionista en un instituto gastronómico. “Por el momento es una oportunidad, pero a mí me gustaría trabajar de lo mío”, reconoce. Para lograrlo deberá cursar nuevamente la mitad de la carrera o estudiar un posgrado. Todavía no tiene el tiempo ni el dinero necesario para destinar a la profesión que en su país no le permitió independizarse “ni llegar a lo que uno puede lograr acá”.
Kennie, Bradley y Briggitte renunciaron a parte de sus familias, profesiones, y costumbres para encontrar algo mejor y, desde acá, satisfacer los pedidos de ayuda de su gente. Kennie intenta convencer a su hermano de que siga sus pasos. Él es abogado y no consigue trabajo allá. “Yo estoy súper agradecida con el país: para mí fue la oportunidad de que mis hijos vivan tranquilos”, expresa Kennie, de 39 años, y deja entrever el motivo por el que quiere sí o sí traer a su hermano. “Yo no sé si fuera de Venezuela saben realmente lo que esta pasando”, dice con tristeza.
Aunque ya no puede ejercer como contadora, Kennie descubrió otro gusto profesional: cocinar. Hace un año que se anotó en un instituto de gastronomía profesional y hace varios meses que prepara pedidos por encargo desde su casa. “La gastronomía abre mucho las puertas, sobre todo en Buenos Aires, por ser un lugar tan turístico siempre hay ofertas de empleo”, comenta. Bradley cree que la comunidad de venezolanos seguirá creciendo cada vez más, porque las cosas en su país empeoran y porque “la crisis no es algo que se resuelve de hoy para mañana”.
“En los últimos meses he recibido consultas de venezolanos diariamente. Te cuentan lo mal que la están pasando y preguntan cómo hacer para conseguir trabajo en Argentina. Yo siento los mails desesperados de la gente”, explica Briggitte, a quien le consultan por los cursos de gastronomía que ofrecen en su trabajo.
Estos tres venezolanos hablan bien de la Argentina. Coinciden en que “acá te dan la bienvenida” y los compatriotas que están allá los escuchan. El ‘boca en boca’ y la relativa facilidad que presenta el trámite de residencia en la Argentina inciden en el crecimiento exponencial que se ve en las estadísticas. Mientras sus mentes y corazones se desgarran por la realidad venezolana, los expatriados viven y adoptan el día a día porteño
El Clarín