Maduro: ¿hacia un fraude electoral gigantesco? por Marta Colomina

Nicolás Maduro ya no halla a qué mandatario, país u organización democrática insultar, y qué monstruosidad decir. Bate récords conquistando enemigos, incluso algunos de los que fueron sus “panas” y que hoy, alarmados con sus prácticas brutales y con la miseria en la que  ha hundido a Venezuela, ya no pueden ser financiados con la anterior “regaladera” que tanto contribuyó a vaciar las arcas públicas.
Las encuestas de todo signo registran un enorme rechazo popular, incluso de los otrora votantes chavistas. Los desencantados “rojitos” están pasando tanta hambre, tanta angustia en las colas de mercados vacíos, tantas enfermedades que minan su salud por falta de fármacos y tanto acoso de la impune delincuencia, como aquellos llamados por Nicolás “apátridas” porque nunca se tragaron los cuentos de que “el Poder y Pdvsa son del pueblo”. Maduro ahora arrasa los almacenes de la Polar y Cargil, en La Yaguara, que exacerbarán la escasez y el desempleo.
Hoy sus protegidos del Caricom y Petrocaribe le dan la espalda con su apoyo a Guyana, envalentonada ahora con la toma ilegal del Esequibo venezolano en reclamación, respecto a cuyas acciones invasoras tan de acuerdo estuvieron Chávez y Maduro, su canciller por 6 años, siguiendo órdenes de Cuba. La más reciente barbarie que encendió todas las alarmas fue anunciada por Maduro en su visita a Ban Ki Moon para tratar el caso del Esequibo.
A su salida, frente a la sede de la ONU, ratificó impúdicamente la condición totalitaria de su régimen y su inconstitucional control de los poderes públicos (que en todas las democracias del mundo constituyen un contrapeso que evita los abusos del gobierno), al descartar tajantemente que observadores internacionales (ONU, OEA, UE y hasta Unasur) supervisen las elecciones legislativas del 6-D: “No lo aceptaremos jamás, por nadie…Venezuela no es monitoreada, ni será monitoreada por nadie”. Grotesca afirmación de quien, junto con su “padre” putativo, convirtió a Venezuela en una colonia de Cuba, a la que ambos viajaban (Maduro aún lo hace) para recibir órdenes políticas y hasta económicas.
Las reacciones ante la negativa de Maduro a que haya observación internacional calificada en los comicios del 6-D para garantizar transparencia y confiabilidad a un proceso electoral minado por el ventajismo oficial y su obsceno control sobre cuatro de los cinco rectores del CNE, no se hicieron esperar. Una de las críticas más contundentes fue la del presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de Brasil, Aloysio Nunes, quien en un comunicado dado a conocer el 29 de julio denunció que “Venezuela se encamina a un fraude electoral gigantesco” y apuntó de que “Dilma Rousseff debería pronunciarse inmediatamente”.
Reclama Nunes el “cumplimiento de los compromisos asumidos por la diplomacia de Brasil y reafirmados por su canciller Mauro Vieira ante el Senado” que han sido violados por la negativa de Maduro a aceptar la observación internacional. Recuerda el senador que “en visita a Caracas en marzo, el canciller Viera dijo haber recibido garantías de las autoridades electorales de que permitirían la presencia de observadores electorales”. Sin embargo, el gobierno venezolano dice ahora “que solo acepta la Misión de Unasur si se restringe a funciones de ‘acompañamiento’, sin verdaderos poderes para fiscalizar y monitorear el proceso contra posibles fraudes”. Cita Nunes la visita de Henrique Capriles al secretario general de la OEA, Luis Almagro, para pedir el envío de observadores de ese organismo”. Ese gesto de Almagro –quien ha solicitado reiteradamente visitar Venezuela sin respuesta del gobierno– fue respondido con insultos. Maduro pidió furioso “la eliminación de la OEA por organizar conspiraciones y estar dominada por una burocracia imperial…Tiene 67 años con golpes de Estado y conspiraciones” y emplazó a Almagro: “O se está con Dios o con Washington”. Y Jaua, ministro de Comunas, lo acusó de “traidor” y “antivenezolano”.
Olvida Maduro los “servicios” de la OEA de Insulza y los votos de sus países “chulos”, que permitieron al chavismo violar los derechos humanos sin que hubiera ni un amago de aplicar la Carta Democrática. Aquella OEA era la favorita de Maduro. La OEA de Almagro, que está diciendo respetuosamente que está dispuesta a enviar la Misión de Observación dos meses antes del 6-D, es “conspiradora” y “golpista”.
¿Qué debería hacer Almagro ante la prohibición de Maduro de una observación calificada, distinta a la pantomima cómplice del “acompañamiento” de Unasur, el mismo 6-D? Según el experto Rubén M. Perina, quien fuera jefe de la Misión de OEA en Venezuela de 2000 al 2005, Almagro “debería enviar una misiva formal al gobierno venezolano, con copia al Consejo Permanente de la OEA, solicitando su anuencia (no la invitación) para el envío de una MOE y si no hubiese respuesta o ésta es negativa, la Carta Democrática, bajo el artículo 20, contempla ‘realizar una apreciación colectiva’ de la crítica situación venezolana. Esa decisión estaría amparada en el peligro de una ‘alteración del orden democrático’ (fraude electoral) y de la amenaza de Maduro de que ‘será el primero en lanzarse a la calle si la oposición gana’. La Secretaría General podría enviar una MOE, tras consultar al Consejo Permanente, sin tener que recibir la invitación expresa del gobierno. De ninguna manera debe aceptarse la práctica encubridora del “acompañamiento”.
Miguel Henrique Otero, presidente editor de El Nacional, advirtió esta semana que el oficialismo “tendría que hacer un mega fraude para ganar las elecciones”. Maduro y sus cuatro jinetas del apocalipsis en el CNE, están dispuestos a todo: a un fraude gigantesco –como advierte el senador de Brasil– o a un fraude que le quite las tres cuartas partes a la oposición, para seguir cometiendo sus tropelías.
Por eso, como dice María Corina Machado, “es hora de actuar como la mayoría que somos” y emprender una activa campaña de contactos masivos internos y externos que exija observadores calificados y advierta del posible fraude, al que debemos responder no con abstención, sino con nuestro voto masivo el 6-D. Votando en masa, tendremos la autoridad moral y las pruebas para nuestros activos reclamos, que serán también masivos, dentro y fuera de Venezuela. ¿Resistirá el muy debilitado Maduro una protesta popular de tal calibre?
Por Marta Colomina / El Nacional.

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