CENTRO DE TORTURAS ES LEGAL EN SOCIALISMO – Así funciona el sistema de torturas en el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional
Lorent Saleh finalmente ha conseguido la libertad. Pero libertad con destierro, algo que está expresamente prohibido en la Constitución de la República. Saleh, en una entrevista ofrecida a Cayetana Alvarez de Toledo para El Mundo de España, relató detalladamente cómo funcionan las oficinas del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, tanto la del Helicoide -a la que califica como “el garrote, la costilla rota”-, y la sede de Plaza Venezuela, “la sofisticada”, en donde “te sacan la sangre ante de un interrogatorio para debilitarte”.
Según señaló Saleh, “la Tumba es un centro de tortura. Está ubicado cinco pisos bajo tierra, en un edificio del centro de Caracas llamado Plaza Venezuela, sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional. Es un laboratorio creado para la aplicación de un tipo muy particular de torturas. Un lugar sofisticado, moderno (…) El Helicoide es lo criollo, el garrote, la costilla rota, el bate. Plaza Venezuela es distinto. La institución es la misma, pero la estética y los métodos son diferentes. La Tumba es la tecnología y la tortura psicológica. Todo brilla. Todo es limpio y blanco. El silencio es absoluto; la soledad es completa. Parece un manicomio futurista. El Helicoide es el hacinamiento, el mal olor, las cucarachas y las ratas. La Tumba son los espejos, las cámaras, las paredes blancas. Se huele perfectamente el tufo extranjero”.
La llegada a La Tumba
Expresó Sañeh que “cuando llegué me desnudaron. Me fotografiaron. Me raparon. Me pusieron un traje color caqui. Y empezamos a cruzar puertas. Gruesas. Blindadas. Hasta llegar a una sala cubierta de espejos y cámaras. Todo estaba limpio, impoluto. Sentí el poder. Absoluto. Totalitario. Atravesamos dos pasillos estrechos. Puertas y más puertas. De pronto oí un rugido, como de una turbina. La descompresión. Y luego otra puerta. La abrieron. Y entramos. Parecía el cuarto de refrigeración de un matadero. Había sólo siete calabozos. Todos vacíos. Me metieron en uno y cerraron las rejas. Miré a mi alrededor. La celda era pequeña, de dos metros por tres. Había una cámara en el techo, que seguía todos mis movimientos. Un timbre. Un colchón sobre una lámina de cemento. Y dos potes, uno para beber agua y otro para orinar”.
La tortura blanca
Cayetana Alvarez explica que en la entrevista, Saleh se sienta en una silla con las manos “cogidas hacia la espalda”. Ese fue el modo de Saleh para explicar cómo funciona la tortura blanca: “A mí me tomaron una foto así. Cualquiera hubiera dicho: No está tan mal Lorent. ¿Pero qué pasa a las 12 horas de estar en esta posición, con las manos esposadas y una intensa luz blanca en la cara? ¿Y a las 24? ¿Y a la semana? Extenuado. Destruido. Haciéndome todo encima. Los mecanismos de protección y garantías de los derechos humanos han evolucionado en los últimos 70 años, pero menos que los métodos de tortura”.
Lorent se pone de pie. Levanta un brazo a la altura del hombro y lo coloca sobre una estantería, como si lo tuviera atado, explica Alvarez. Y entonces Saleh narra: “Esposado así. Soportando chorros de agua sobre el cuerpo cada hora. La luz blanca, siempre blanca… Luego la corriente eléctrica… Los golpes. Te rodean las muñecas de tirro -papel periódico con cinta adhesiva- para que las esposas no dejen marca. Lo mismo en la cabeza. Y esto en mi caso. Se cuidaban de no dejar huella. Buscaban métodos alternativos a la violencia a palos, porque no les convenía. A otros presos directamente les rompían las costillas y los dejaban.
El Cooperante.