ESTO ES EL SOCIALISMO – MADRES VENEZOLANAS “Calmamos el hambre con agua y sopa de arroz”
Nos adentramos en la casa, ubicada el sector Torito Fernández, al oeste de la ciudad, para conocer su historia. La insalubridad y la pobreza arrollan cualquier intento de tranquilidad. “Solo las lágrimas pueden calmar por ratos tanta desdicha”, así describe Heisel, la joven madre, la vida que junto a sus padres y sus niños le tocó vivir.
Mariela Nava | Radio Fe y Alegría
“Aquí la cosa está grave, sobre todo ahorita porque lo tengo a él enfermo y no tengo para hacerle los exámenes”. Se refiere a Seiver Alberto Torrez Gómez, su niño menor que apenas con la edad de un año y cinco meses pesa menos de cuatro kilos debido a la desnutrición.
Mientras intenta calmar el llanto del pequeño y de su otra hija de dos años, a causa del hambre, contó: “Mi esposo me dejó. Me dijo que iba a trabajar y no volvió más. Se fue para que su madre en puerto Ordaz y de ahí para adelante quedé sola pasando vaina con mis hijos. Un día pasaron todo el día bebiendo solamente agua hasta el otro día. En la mañana me dije: No aguanto más y me fui al centro a trabajar con unas muchachas, les acomodo la mercancía y ellas me pagan”.
Lo que Heisel puede reunir son apenas 15 mil bolívares diarios que, según comenta, le alcanza para medio kilo de arroz y un poco de cebolla en rama y cilantro. Con eso hace sopa de arroz para todos. No titubea y confiesa: “Si nos hemos acostado sin comer, esta semana dos veces. Esto es lo peor que me ha pasado, por eso me siento tan mal, no quiero ver más a mis hijos así”.
No hay descanso
Dormir también es una odisea. Duermen hasta cinco personas por cama. Se distribuyen en una cama matrimonial y una individual. En una esquina de las habitaciones de la casa aun sin terminar hay un cerro de ropa. “No he podido lavar hace más de dos meses porque no tengo jabón”. Los niños rehúsan la ropa varias veces y se bañan solo con agua, la insalubridad es insoportable, incluso para ellos. “No nos podemos bañar bien. No tenemos con que, a veces no aguantamos el olor, pero no hay más nada que hacer, o nos bañamos o comemos”.
Pedir, es lo más duro que le ha tocado hacer a Heisel por sus niños. “Para qué negarlo, sí me ha tocado. En el centro. Les digo que si me pueden ayudar con algo y me ayudan, pero a veces no. Ayer comimos en la noche. Hoy no comeremos nada, ni alimento para él bebe tengo”.
La otra cara
Niobis Alvares tiene 63 años. Es la abuela de los niños y madre de Heisel. Ella también trabaja para ayudar a su hija a mantener los niños. “Trabajo en una mesa con una señora me ayuda con huesitos. Me da cinco mil bolívares y con eso le hago algo a los muchachos”.
Mientras frota sus manos arrugadas asegura que “jamás” pensó llegar a esa edad en estas condiciones. “Lo más triste es ver cuando se van levantando en la mañana y comienzan a llorar del hambre. Salimos a pedir porque esto es duro”, comentó.
Lejos de la revolución
En el sector llega el Clap. En lo que va de año les ha llegado dos veces y eso no les alcanza. “No me dura el Clap porque somos 12 personas. Eso no trae nada. Siempre comemos arroz sopuo porque un kilo no me alcanza si lo hago seco. Después al otro día no tengo nada. Tenemos que comer cosas así, lo que podamos”.
La sexagenaria asegura que sus esperanzas se esfuman con cada “engaño” que el consejo comunal, o “la gente del gobierno”, le hace. “Me he inscrito en todo y no tengo nada. Me he inscrito en la pensión de los abuelos, madres del barrio, en carnet de la patria y nada”, afirma.
Antes de despedirse, la familia pidió ayuda. Pero antes, Heisel aclaró: “De hace siete años para acá, tenemos la cosa así pesada. Si no conseguimos nada qué más vamos a hacer… nos moriremos de hambre”.
Si usted desea ayudar a esta familia puede hacerlo a través del 0261. 776-45-07